lunes, mayo 14

No había demasiada cosas que pensar, la gran mayoría de sus pensamientos estaban aclarados. Aun así, sin importarle el paso del tiempo, seguía ahí, pensando y pensando. Su cara, sin expresión alguna, presentaba una boca petrificada como un dibujo echo a mano, y ojos perdidos, aunque más vivos que nunca. Eso ya era algo normal. 
Todo esta tranquilo, en un perfecto estado uniforme, pero aquello que sabía que pasaría, sucedió. Y aunque ella estaba a su espera, la tomó por sorpresa.
 Sintió como su estómago se despertaba de un sueño profundo y comenzaba a vivir una invasión de mariposas. Sí, de esas mariposas que no sabes cuando ni como entran pero que generan una situación de desesperación al no saber cuando se irán.
Claro está que la invasión de mariposas no venía sola, sino que venía acompañada por EL, cuyos recuerdos recorrían todo su cuerpo como un rayo con algún poder divino. Si ella hubiese dicho que solo pensaba en EL cuando está despierta, te hubiese mentido.
 Ya no recordaba cuando había comenzado a sentir esas mariposas, solo sabía que la sensación de revoloteo aumentaba día a día. 
Seguía sentada en la mesa de la cocina y el té de la tarde, ya estaba frío y de un gusto totalmente horrible. Sus manos abrazaban la taza, como si necesitará el calor del té que, a esas alturas, ya era inexistente. Seguía mirando un punto fijo aunque sin saber que estaba observando en realidad.
 Las manecillas del reloj giraban y ella, seguía en trance.